martes, marzo 08, 2005

René de la Vega

Quién iba a pensar que el tipo ese del tema cuático, de la chica rica y los monitos animados en video clip alguna vez fuese a transformarse en criatura de culto. Nadie, seamos honestos. Y sin embargo, entre el bum bum pegajoso de la Natalia Oreiro y una ingenuidad musical fuera de toda discusión, el tipo este salió con su personaje y sus videos, campante, alegre y recordando una estética y unos tiempos donde todo era más lindo.

O sea, algo de Presley tiene. Eso es indiscutible. El problema es que, en estos tiempos, no estamos para Presley alguno. Son tiempos poco dulces, sin mucha esperanza y donde el chileno medio, más que soñar, aperra. Hay que tirar pa'delante como sea.

Y sin embargo, entre la nostalgia de tiempos mejores y de una infancia soñada (me imagino a los sociólogos debatiendo este creciente interés del chileno en los monitos animados de antaño) se desempolvó a una entidad que poco tiene de antigua y que sin embargo, en espíritu, evoca ese pasado juguetón y despreocupado del que todavía no piensa en que hay un mañana. De aquel que tiene amigos a concho y vive sin más preocupación que la prueba.

René de la Vega merece otra oportunidad. Merece más que 15 minutos de fama y no sólo porque fue injusto el trato recibido, sino porque de algún modo, tiene ese aire lúdico y liviano que tanta falta hace en estos tiempos.

Me pregunto si el tal César Guzman, el del estribillo electrónico que copia tan descaradamente al chi'bah, puta la wea, pero sin más creatividad que la del estribillo, con el tiempo logrará lo mismo.