El Ramo y la Liga

Es cierto que existe el silencio incómodo. Pero también están los momentos incómodos. Sin silencio... con mucha bulla y aspaviento.

¿Y qué es si no eso de tirar el ramo? ¿Qué es eso de ver a las mujeres correr para luchar desencarnadamente por la esperanza del matrimonio?

Y en contraste, tal vez resaltando la incomodidad de la situación, está la liga. Aquello que lanza el novio a los aspirantes a marido. Porque en estos casos los hombres no se pelean nada. Cuando mucho, le hacen el quite.

Cierta noche, en una boda, me paré a la ceremonia de rigor. Tiraron un guante, no una liga. Y el guante, mágicamente suspendido en el aire comenzó a coquetear con los presentes, como escogiendo a su víctima. Y trazó su curso hacia un pololo de trabajo estable y largo noviazgo. Listo para la foto. La víctima las tenía todas y no podía ser mejor.

¿Cuál sería mi sorpresa al ver que el tipo se corrió a un lado y dejó caer el guante, como si de una peste se tratara?

Pues ni se imaginan. El tipo estaba parado frente a mi. Y al correrse, dejó el camino abierto para que el dichoso adminículo cayera, a mis piés.

Anoche pasó todo sin pena ni gloria. Mi polola fue en busca del ramo y no lo recibió. Yo me puse con cara de circunstancia, lejos de aquel pololo que le hizo el quite al guante y no recibí nada. Pero no pude evitar recordar lo incómodo de la situación. La pugna entre las aspiraciones y deseos femeninos y masculinos. Ellas, deseando que sea suyo, ellos, deseando que caiga bien lejos.

¿Raro no?

Yo, en cuanto encuentre un momento estable, me caso. De verdad. Y no necesito ni ramo, ni liga, ni guante para probarlo. No es una cosa de quién recibe qué, sino de quién ama y quién tiene una situación económica como para embarcarse en ese viaje que comienza con un anillo y termina en la tumba.