Comiendo Copao

Subiendo desde La Serena a Vicuña. Camino al Valle del Río Elqui, descansa una represa, o embalse de proporciones coliseas.

Seguro no es tan grande como otros. Tan impresionante como algunos ni tan monumental como el que alguien más ha visto. Sin embargo, acá en la cuarta región, no tiene competencia.

Se llama Embalse Puclaro. Y en su cima corren vientos apresurados e histéricos.

Pero no es el embalse lo que más atrae. No es la vista ni la experiencia. Mal que mal, las construcciones humanas, de un tiempo a esta parte, privilegian el uso y no la estética. Y aunque sus grandes muros podrían ser envidiables tapices para un buen artista, en este caso no son más que concreto y piedras, ordenados sin ningun tipo de creatividad en particular.

Y como decía, allí en la cima, cuatro o cinco puestos turísticos subsisten en un punto de paso o descanso, de una ruta turística que principalmente recorren mochileros. De esos que más que dinero, vienen con entusiasmo y ganas.

Pues bien. En estos puestos, por una modica suma, el turista aventurero puede comprar un fruto parecido a la tuna en su exterior, y al kiwi en su interior. Y aunque de sabor más ácido y viscoso, promete ser un gran sabor para mezclar con licores o para beber en helado con abundante azúcar. Se llama Copao.

Más que eso, en el embalse corren vientos tales, que resulta un lugar ideal para el windsurf y este nuevo deporte donde con una tabla y una especie de cometa, se navega sobre las olas creadas por el aire.