martes, enero 18, 2005

Entre Coquimbo y Guanaqueros

Entre Coquimbo y Guanaqueros existe un pequeño lugar llamado Totoralillo. Un lugar hermoso por cierto, de arenas blancas, finas, y de generosa marea.

Allí, los veteranos habitantes de la zona, pasan sus tardes, entre asados, mariscos y olas. Y es que ciertamente no es un lugar tan explotado.

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Para llegar a Totoralillo es necesario escapar de Cuatro Esquinas. Escapar de Coquimbo y La Serena. Es necesario dejar atrás el cacino, los mall y la vida urbana.

Separado de la carretera por un mal tenido camino. La superficie de este camino es como la piel de un veterano. Porque así como en algún momento, la piel estuvo cubierta por una herida, y con el paso del tiempo ahora sólo una cicatriz queda, el camino a Totoralillo muestra algo de asfalto, desdibujado y tan presente como una cicatriz en la madre tierra.

Y bajando por esta ruta, entre baches y hoyos, se encuentra una play dividida por una península en dos bahías. La península tiene su estacionamiento y un par de restaurantes, pero más que eso, en uno de sus bordes ostenta una galería de puestos, que ofrecen al visitante atractivos mariscos en copa. Suculentos platos que a la distancia casi parecen helados.

A la izquierda se encuentra una playa de grandes. De grandes olas y grandes cantidades de gente. Y es que al parecer, los habitantes de la zona se pasan el dato. Y allí llegan, sabios y pillos, a disfrutar de arenas finas y blancas y aguas transparentes. En tanto, santiaguinos y argentinos reposan bajo el viento y el sol en las zonas turísticas de La Serena.

A la derecha en cambio, se dibuja una playa cóncava, que no podría parecerse más a una taza de agua. Sus mares calmos y protegidos por la misma geografía resultan un terreno ideal para niños y ancianos, que buscan disfrutar del frescor de las aguas tranquilas.

Totoralillo es hermoso. Es un buen dato. Es un lugar lleno de gente alegre, tranquila y amistosa. Un lugar lleno de niños, olas y arena fina y blanca. Pero eso, creo, ya lo había mencionado.